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La estética y Kant

Christopher Valladares Mondragón


Entre el ilimitado número de comentarios que podríamos plantear en torno al pensamiento de Kant, me gustaría dedicar unas líneas a la cuestión de la estética.

Consideremos, para comenzar, que la enunciación de percepciones estéticas implica una condición que, por su origen mismo, sugiere un sentimiento en el argumento, pues tales enunciaciones provienen de un individuo, siendo por tanto subjetivas, emocionales. De esta manera, pretender utilizarlas para establecer una determinación objetiva resulta tan evidentemente contradictorio que sin duda terminará conduciéndonos a un malentendido.

La lógica es a la razón lo que la estética a la intuición; esta se construye con elementos variables, procesos diversos e inclusión de argumentos indeterminados, por consiguiente, su validez no es tan sólida, pues mientras todo juicio determinante es lógico (porque su predicado es un concepto objetivo dado), el estético, como un juicio meramente fundado sobre un objeto aislado, no puede sino ser subjetivo.

La reflexión estética es ambigua en su operatividad; existe un objeto artístico del cual surge la intuición, cuyos argumentos se fundamentan en la determinación de un estado de sensibilidad, por tanto, la facultad estética de reflexión juzga sólo sobre la finalidad subjetiva (no sobre la perfección) del objeto; surge entonces la cuestión de si este juicio se deriva sólo por el placer o displacer que dicho objeto despierta en el sujeto.

Para la estética, la finalidad de un argumento (o del conocimiento) no depende del medio (objeto artístico), sino que se basa concretamente en la facultad de una apreciación, a menudo intuitiva, emotiva, de la lectura interior. El juicio estético, entonces, no requiere ningún concepto del objeto, y tampoco produce ninguno; de este modo, no explica los objetos a partir de un juicio objetivo en cuanto fines de la naturaleza

La lógica es el punto concreto de los juicios, cada uno de los cuales se establece mediante su determinación, la promoción de ellos conduce a fines distintos, por lo que su forma y su medio permite asimilar una razón según la perspectiva de cada sujeto.

Por tanto, todos los juicios sobre la finalidad de la naturaleza, ya sean estéticos o teleológicos, están sujetos a principios a priori, de modo especial los que pertenecen de manera particular y exclusiva al juicio, porque son meramente reflexionantes, no determinantes.

Al margen, sin embargo, de todos los conceptos anteriores, el placer estético debería ser parte fundamental en la vida intelectual y emocional de los individuos.


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