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Verano en casa

Rubén Hernández Hernández


Verano en casa

En casa abandonamos las armas de hueso, pulidas cuando la noche está en noso-tros. No somos piezas de caza. Deshacemos trampas. Guardamos a los hijos, a la mujer que sabe nuestras cuitas.
La gente barre la calle. Comienza el ajetreo en la parada de autobuses, para exorci-zar tragedias silba una canción el aprendiz de todos los oficios.
Decimos amor y la mañana abre límpidos ojos, disipa monstruos que nos sueñan. Una muchacha obsequia fragancias a quien por un instante atenaza la vida, pero la muerte asola el universo de la habitación que nos abriga.
Recorre la ciudad contaminada un pertinaz río que late entre cenizas.
Somos puro laberinto que recibimos del sol cordial saludo.
Al ocaso, los rostros del día
incuban de nuevo el tiempo.


Desayuno familiar

Despiertas sin el rostro que debes encontrar durante el día.
El pan aroma el centro de la mesa,
luz amanecida asoma a la ventana.
El cuerpo regresa del mar inmenso de la noche,
te envuelven los minutos en su hoguera.

¡Las aves cruzan el umbral de la mañana! La gente ofrece el corazón: morada ardiente. Los más, apuestan al licor del día.

Bienvenido tu asombro a este enigma compartido en el precario instante.

Voz colectiva murmura al oído de padres
abatidos en estación oscura
de ciudad marchita.


Jumb17

Destino 6

José Ángel Lizardo